Ese breve momento en que regresas de tus vacaciones soñadas o, simplemente, termina el fin de semana y en tu escritorio, ya frente a la computadora, te preguntas con desazón por qué tienes que volver a la rutina corporativa.
En el que te preguntas si hay otra alternativa y emprender te viene a la cabeza como un sueño. Te imaginas por un segundo trabajando a tu manera, haciendo lo que te gusta, agregando valor, sin presiones, política o burocracia innecesaria.
Es un momento importante, y la introspección vale la pena. Acompaño este consejo con una buena y una mala noticia:
La mala es que como emprendedor, probablemente ya no tengas tantos fines de semana ni vacaciones soñadas por un tiempo. Por otra parte, no es cierto que serás tu propio jefe, responderás a casi todos -clientes, proveedores, consumidores, inversores-.
La buena es que emprendiendo, ese momento de lamento, de desgano frente a la computadora desaparecerá.
Si emprendes con propósito la felicidad tomará otra forma, encontrándola todos los días, entre los vaivenes de la montaña rusa emocional de emprender.
En efecto se puede emprender con propósito, metodología, reduciendo riesgos e inversión necesaria, en comunidad, con el apoyo de pares de distintas disciplinas, creciendo personal, profesional y socialmente de una forma increíble.
¿Estás aprendiendo en este momento? ¿Estás creciendo? ¿Estás feliz?