Por qué decidí invertir mi dinero en estudiar en las diez mejores universidades del mundo

por Francisco Santolo

Comparto mi experiencia en Kellogg School of Management, Stanford Graduate Business School, Harvard Business School, MIT Sloan y Singularity University. Cómo impactaron en mi carrera y un modelo alternativo para analizar esta decisión tan importante. Por qué en un mundo donde el modelo de educación está en crisis decido continuar apostando a estas experiencias. La próxima: INSEAD.

Por qué decidí invertir mi dinero en estudiar en las diez mejores universidades del mundo

Kellogg School of Management, Chicago

 

Mi primer programa de Formación Ejecutiva en Estados Unidos fue en 2013 (ya con 31 años), el Executive Development Program (EDP), orientado a Gerencia General, en Kellogg School of Management. Desde los 26 años me desempeñaba en posiciones de Gerente Regional de Marketing y luego Planeamiento Comercial para Latinoamérica en la compañía Natura Cosméticos. Si bien contaba con una Maestría en Economía en UDESA, un MBA en UCEMA y un Programa de Liderazgo Gerencial en IAE, había postergado la decisión de estudiar afuera porque mi carrera crecía rápidamente, el precio parecía muy elevado, y con sinceridad además de desconocer por completo lo que representaba, no contaba con un modelo adecuado para analizar la decisión. Intentaré entonces en este artículo describir la esencia de la experiencia y ofrecer una manera más acertada de tomar esta decisión.


En 2013, inspirado por Clayton Pedro, por entonces mi gestor y Lorena Sanchez García (MBA y Master en Ingeniería, Kellogg) me animé a revisar mis paradigmas y hacer una apuesta importante invirtiendo la mitad de mis ahorros en el programa, con la idea de señalizar que estaba listo para un próximo paso en la compañía y acelerar mi carrera hacia Gerente General.


La experiencia en Kellogg resultó el punto de quiebre más importante en mi carrera y en mi vida. Durante tres semanas completas, compartí 16 horas por día con 40 profesionales de más de 20 países del mundo. Con el privilegio de ser probablemente el menos senior del grupo: Gerentes Generales, Directores, Vicepresidentes, CEOs y hasta dueños de compañías que figuraban en el Ranking Forbes de los más ricos del planeta. Diversidad de culturas, de religión, de industrias, de profesión, de lugar de nacimiento e historia de vida, pero unidos por valores en común: colaboración, respeto, deseo de aprender, curiosidad por el otro. Ese espíritu de colaboración es un punto que sobresale en Kellogg, donde la cultura de la Universidad está cuidadosamente trabajada. Todo esto en el marco de un nivel de contenidos y un cuerpo de profesores extraordinario. Y como en todos los casos de las Universidades que mencionaré, con todo a disposición (infraestructura, tecnología, comunicaciones, literatura, bases de datos, sedes deportivas, comida y comodidades de altísimo nivel, etc) para contribuir al éxito del Programa y el bienestar de los alumnos.


La experiencia es indescriptible, pero para aproximarnos a ella, debo decir que es de un estímulo intelectual permanente, de descubrimiento continuo, de autoconocimiento, de gran aprendizaje y crecimiento en cuanto a relaciones humanas, de una carga emotiva y diversión permanente. En sólo tres semanas, el grupo llega a un nivel de unidad, de hermandad, que perdura por siempre. Y si uno entiende lo que verdaderamente está haciendo allí, y no se recluye sólo en una habitación a estudiar, si participa de las actividades, si cuida al otro, aporta y es generoso, esas personas se convierten en amigos, familia, de por vida.


Con ese nivel de cercanía con mis compañeros, el momento más transformador sucedió en la última clase: Networking. Brian Uzzi, un profesor e investigador extraordinario, nos dio una clase teórica sobre este tema del que repetidas veces había escuchado pero no lograba comprender. Cómo en realidad los seres humanos nunca logramos nada sin ayuda de otros, como las redes más diversas con nodos fuertes y débiles son más poderosas, el afianzamiento de las relaciones que surge de participar con otros en actividades donde uno puede ganar o perder (y ahí los deportes), etc. Terminada su exposición pronunció estas palabras al aire, en una sala que por entonces estaba cargada del silencio más absoluto a modo de admiración: “Les voy a probar aquí y ahora el poder del Networking”. Y en un ejercicio en el que vi desaparecer a mi viejo yo y encontrarme inmediatamente con uno nuevo, confundido, absolutamente desorientado, pero convencido por explorar la temática, descubrí que:


- Nadie del grupo, aún con el nivel de cercanía e intimidad que habíamos alcanzado había expresado su deseo, su sueño, su mayor problema “irresoluble” a los demás.

- Todos teníamos planeado un camino largo, sinuoso, con metas intermedias difíciles que alcanzar por nuestra cuenta, para llegar a nuestro deseo o a la solución de ese “imposible”. Y por último y más importante:

- Nuestros compañeros, amigos (ahora familia) allí presentes, podían hacer realidad nuestros deseos o solucionar nuestros dolores a través de sus redes de contactos, talentos, experiencia, recursos o conocimiento, con un abrir y cerrar de ojos.


Llegado a Buenos Aires, totalmente transformado por dicha experiencia, me decidí explorar “el Networking” (para lo cual no habíamos recibido enseñanza práctica) intuitivamente, conversando con una persona distinta cada día después del trabajo. Empecé con amigos, luego con amigos de amigos, conocidos, conocidos de amigos, hasta llegar a: “los desconocidos”. Invitaba a tomar un café o cenar, contaba la experiencia vivida en Kellogg con lujo de detalles y terminaba siempre con una pregunta: “tiene que haber algo que pueda hacer por vos, que sea fácil para mi y represente algo importante para vos. ¿Cómo te ayudo?”. Y casi sin pensarlo, las personas respondían inmediatamente: “ayudame con mi negocio, ayudame a crear un producto, ayudame a crear una empresa, ayudame a valuar y vender mi negocio”.


Estaba decidido a encarar la exploración de este mundo del Networking dando primero. Sentía que al solucionar cosas importantes para los demás sin pedir nada a cambio (lo que hoy llamo ser no transaccional) algo bueno vendría a futuro. Empecé a sentirme infinitamente feliz al hacerlo, al ver crecer a las personas, al ir logrando objetivos juntos.


Stanford Graduate Business School, Palo Alto

 

Para estar preparado, y conquistado por la primer experiencia afuera (ya casi sin ahorros) apliqué a otro programa online de Formación Ejecutiva, el Certificado en Innovación y Emprendedorismo en Stanford Graduate School of Business (una de las Universidades más prestigiosas en estos temas en el mundo, ubicada en Silicon Valley).


La experiencia fue fenomenal. Cambió mis paradigmas de negocio radicalmente, y me dio herramientas poderosas para aplicar en el mundo emprendedor. Me di cuenta de inmediato que la literatura emprendedora transitaba una renovación absoluta que empezaba a dar lugar a disrupciones en las principales industrias. A los 13 años había fundado el segundo programa de chat existente en español sobre plataforma MIRC, el HoCuS PoCuS, y generado un mercado monopólico por varios años. La experiencia terminó en un grupo de portales de entretenimiento que vendí 10 años más tarde. A su vez, a mis 19 años, coordiné el Centro de Emprendedores de la Universidad del CEMA, una experiencia maravillosa donde ofrecíamos apoyo a emprendedores externos a la Universidad a través de Graduados del MBA y una competencia de planes de negocio. “Los Planes de Negocio no sobreviven al primer contacto con el consumidor” sentenciaba Steve Blank, el padre del emprendedorismo moderno durante el curso en Stanford, y terminaba totalmente con ese y otros paradigmas y prácticas establecidas históricamente en el mundo emprendedor.


Aplicando estas nuevas herramientas para ayudar a emprendedores descubrí su enorme poder. Y la “magia” del Networking hizo su aparición cuando 4 meses después de comenzar a ayudar gratuitamente, dos grupos de emprendedores, una semana después de la otra, decidieron ofrecerme 20% y 25% de las acciones de sus empresas, para que los apoyara como un socio regular desde un rol estratégico, mediante el liderazgo de un Board de 2 horas semanales. Poco tiempo después salí de Natura, empresa que amaba y respeto enormemente (por su visión, cultura de cuidado de las personas y sustentabilidad, y todo lo que me enseñó), para dedicarme 100% a este proceso de ayudar a los otros y emprender. Pero la “magia” del Networking no se detuvo, y recibí una propuesta para trabajar en Dubai, para BRF, una compañía multinacional de alimentos, ocupándome de Medioriente y África. Por si fuese poco, al graduarme de Stanford tuve la suerte de ser el graduado número 100 del programa. Publicaron un artículo mío sobre Emprendedorismo y Networking y me invitaron a viajar a la Universidad donde me honraron (sin mérito alguno) con la posibilidad de dar el discurso de graduación (además de presentarme como el “emprendedor serial de Dubai”).


Con la curva de aprendizaje en Dubai ya menos acentuada y esta nueva experiencia transformadora, sumado al crecimiento relevante que habían tenido las dos empresas argentinas con los Boards vía Skype, y alejándome una vez más del modelo lineal de decisión de proyectar la carrera, beneficios y tomar la decisión más sensata, decidimos volver a Buenos Aires para armar una “Aceleradora de Startup”.


¿Una qué? Si alguien me hubiese preguntado realmente en ese momento no hubiese sabido contestar con precisión. Pero tenía la certeza de que aquello del Networking de Kellogg era mágico (había seguido haciendo mis reuniones con nuevas personas de forma semanal), y que las herramientas y metodologías aprendidas en Stanford funcionaban.


La historia de Scalabl, hoy la primera empresa argentina Global que apoya a emprendedores e intraemprendedores, desde la idea hasta la etapa de reformulación e incluso crecimiento (creando nuevas empresas o unidades de negocio) merece un capítulo en sí misma. Es una historia que sólo se puede explicar con magia: o, como hacemos nosotros, con la mezcla de Networking (conocer gente diversa en forma permanente, abrirse a dar primero, cuidar al otro) y aprendizaje continuo (lectura, formación, inversión en educación, autoaprendizaje, aprendizaje de la diversidad, y siempre de forma aplicada, fomentando la colaboración sobre la competencia). En menos de 3 años creamos más de 200 empresas y tenemos una comunidad de más de 500 emprendedores que trabajan en conjunto para alcanzar sueños e “imposibles”.


Harvard Business School, Boston

 

En 2017 ya perseguía entonces la meta de la metodología de Startup en el caso de las empresas exitosas, la de “despedir al fundador” (a mi mismo) para comenzar el camino de expansión Global de Scalabl con un modelo de negocios ya probado, repetible, escalable y sustentable. Decidí entonces una vez más invertir (ya no “apostar”) aproximadamente la mitad de mis ahorros (generados en gran parte por el buen año de Scalabl) e ingresar en el Programa de General Management de Harvard Business School. La experiencia en Harvard fue realmente poderosa desde todo punto de vista. El prestigio de dicha Universidad, y el poder de su marca, hace que un comentario sobre ella nunca pase desapercibido. El programa realmente fue muy completo y lo encaré con un nivel de madurez muy diferente. Nuevamente uno de los más junior del programa (tanto en edad como en logros), compartí cuatro meses (dos online y dos en el campus) con gente extraordinaria (desde su diversidad, experiencia y trayectoria, su talento, y sobre todo desde lo humano). Pero esta vez tenía algo muy importante que ofrecer. En un programa donde el mayor porcentaje de los alumnos estaba en la cima de la carrera corporativa, yo traía conmigo dos elementos novedosos: el conocimiento profundo de la metodología emprendedora y la habilidad para transmitir y formar comunidad en torno a la “magia” del Networking.

El aprendizaje teórico de estrategia, el refuerzo a un nivel extraordinario de finanzas y contabilidad, una visión macroeconómica muy completa, y un programa al que realmente no le falta nada, me permitieron trabajar sobre la estrategia de Scalabl, “despedir al fundador” (profesionalizar la empresa) para encarar la nueva etapa en la que hoy me encuentro, la expansión Global a países como Emiratos Árabes, India, Reino Unido, Chile, Brasil, Hong Kong, Singapur y Portugal.


Massachusetts Institute of Technology (MIT), Cambridge

 

Cambridge y Boston son ciudades maravillosas, tranquilas, donde todo está preparado para estudiar. Los kms cubiertos por los Campus de las principales Universidades recorren toda la ciudad. Y cerca de Harvard, se encuentra otra de las principales Universidades del mundo, Massachusetts Institute of Technology (MIT). Mi certeza de que todo peso (o dólar) invertido en estudio en estos centros de conocimiento y capital social vuelve multiplicado (a un nivel monetario, pero sobre todo de descubrimiento de una parte aún invisible para uno del infinito de la vida) me impulsó a inscribirme en dos programas de MIT ligados a Plataformas (de producto y tipo marketplace), modelos con los que trabajaba constantemente con emprendedores en la Academia de Startup de Scalabl.

MIT, otro increíble centro de estudio en lo referente a negocios, es también reconocida por su potencia emprendedora y sobre todo su desarrollo de innovación tecnológica y departamento de ingeniería. Considero que las metodologías emprendedoras utilizadas por Stanford son de avanzada y me siento más representado, pero lo que está realizando MIT a nivel de comunidad y networking emprendedor con sus Bootcamps en distintos lugares del mundo es impresionante, y recomiendo participar.

Singularity University, California

 

Ya como parte del ecosistema emprendedor argentino y global (comencé a viajar desde la fundación de Scalabl a una diversidad de ecosistemas emprendedores del mundo: Silicon Valley, New York, Tel Aviv, Londres, Berlín, Lisboa, Dubai, Bangalore, Hong Kong, Singapur, Malasia, Tokio, etc), y como parte del gran trabajo realizado en Argentina por Santiago Bilinkis y Gabriel Weinstein entre otros, la atracción por Singularity University, las tecnologías y organizaciones exponenciales, y el futuro, se hizo irresistible. Sobre todo al leer libros como “Abundance” de Peter Diamandis u “Organizaciones Exponenciales” de Salim Ismail. Fue así que en enero de este año, coexistiendo con la globalización de Scalabl realicé el Programa Ejecutivo en dicha Universidad en Silicon Valley.


La experiencia es de otro planeta. Y no sólo porque se cursa en lo que supieron ser las instalaciones de la NASA. El concepto es simple: todo lo que se digitaliza transforma su crecimiento en exponencial, y los seres humanos experimentamos una enorme dificultad de entender y sobre todo percibir lo que eso significa: en cuanto a la velocidad de los cambios, sus implicancias, sus ramificaciones. Durante una semana uno se transporta hacia el “futuro” y descubre que muchísimo de ello ya ha llegado. Con oradores versados en las más diversas disciplinas (algunas de las que uno nunca ha escuchado, apasionantes, como el microbioma, ligado a descubrimientos recientes sobre la importancia de la diversidad de las bacterias que habitan nuestro cuerpo y con enormes implicancias sobre nuestra salud). Otros temas como Robótica, Inteligencia Artificial, Blockchain, Crowdfunding, Crowdsourcing, Colonización del espacio, Impresión 3D, Genoma Humano y sus implicancias, etc.


Comienza uno a vislumbrar las infinitas ramificaciones posibles, incorpora a su razonamiento en alguna medida las implicancias de la curva exponencial, y toma claridad de que el futuro es visible pero impredecible, y que trae consigo toda clase de oportunidades, de abundancia, o de peligros ligados a las decisiones éticas que tomemos como seres humanos (por acción u omisión), con nuestro comportamiento individual (que nunca ha tenido tanto impacto como hoy) y colectivo. Considero que este conocimiento es fundamental, y otorga una ventaja importante, para cualquier ejecutivo en una posición de liderazgo hoy.


Para considerar antes de tomar la decisión…

 

Intento con mis historias plasmar el nivel de transformación que pueden provocar estas experiencias en uno, si uno se abre a lo nuevo, a lo diverso, y a dejarse ser transformado. Y cierro con el siguiente argumento, que tal vez pueda ayudarlos:


La decisión de estudiar afuera debe abordarse desde mi punto de vista comprendiendo que el análisis lineal tradicional, partiendo de la información con la que cuenta el individuo al momento de tomar la decisión de comenzar el proceso, dista mucho de la trayectoria resultante que con alta probabilidad será exponencial. Realizar un análisis de retorno monetario, pensar en la próxima posición esperada que habilitaría el programa y el diferencial de ingreso correspondiente, o mirar los numerosos rankings de salario medio de los graduados de distintas universidades en cada industria, para luego descontar el costo de oportunidad del tiempo “perdido” sin trabajar y estimar un período de recupero, suena muy atractivo como economista pero deriva en total falta de entendimiento de cómo modelar la inversión y la experiencia.


Considerar un resultado lineal para cualquier inversión que realicemos en capital humano o capital social implica desconocimiento del mundo que se aproxima impulsado por tecnologías y organizaciones exponenciales. El futuro será todo menos lineal, lo mismo nuestras “carreras” o como sea que las llamemos entonces.


Partiendo de una visión exponencial del futuro, en la que enfrentaremos un mundo dinámico, donde lo imposible se torna posible, sumamente veloz e impredecible, no podemos proyectar la decisión con un modelo preciso, certero, pero sí podemos anticipar con bastante probabilidad el desarrollo de qué capacidades pueden ayudarnos a maximizar nuestro resultado para muchos de los escenarios posibles. Sin caminos convencionales con pautas claras establecidas, todo se reduce a fortalecer nuestro capital social, que en un mundo globalizado y diverso se convertirá de forma evidente (si no lo fue siempre) en el mayor activo de una persona y desarrollar nuestro capital humano: capacidad de adaptación, flexibilidad y apertura, poder formular y modificar rápidamente estrategias ante nueva información, visión macro del mundo y posibles ramificaciones de futuro, autoconocimiento, manejo de situaciones difíciles, negociación, relaciones interpersonales y liderazgo, capacidad de construir capital social y entender cómo funciona este proceso (networking), capacidad de autoaprendizaje permanente.


No hace falta decir tampoco que el modelo lineal no contempla ni pondera de forma adecuada (como se vislumbra en mi relato) la experiencia de vida, la apertura a la diversidad, el estímulo intelectual, la mirada global, la influencia de profesores, compañeros, y conocidos sobre lo que uno es, el profundo cambio de mentalidad, forma de sentir y mirada sobre la “realidad”, la cantidad de variables nuevas que uno comienza a considerar en su pensamiento y antes no distinguía, y los amigos íntimos, en cada lugar del planeta, que quedarán como familia, para el resto de la vida.

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