La puerta que separaba las dos principales oficinas de una empresa, debía abrirse con un botón que generaba una ligera descarga eléctrica, algo de tensión, quizá por el contacto con la alfombra.
Los empleados debíamos pasar por allí al menos 10 veces por día para con acceder a otras áreas. También existía un camino alternativo, rodeando el espacio a través de la cocina. Demasiado largo, en la ansiedad de llegar al otro lado y encontrar a las personas con las que se debía trabajar.
Durante más de un año, nos encontramos frente a la disyuntiva de apretar ese botón o emprender el camino alternativo. Mi cuerpo ya experimentaba cierta resistencia a esa desagradable sensación, pero muchas veces respiraba, avanzaba y sufría la descarga.
En ese momento, lo "importante" eran las metas, llegar rápido, alcanzar los objetivos, ser promovido, recibir una buena evaluación con todo lo que venía con ella. Hicimos algunos comentarios ocasionales, alguna queja puntual, con algo de humor, casi siempre a las personas incorrectas, y al no solucionar el asunto el área responsable, eventualmente quedó en el olvido y en la falta de proactividad de cientos de empleados. Cientos, hasta que nos mudamos, y la historia es 100% real.
Hoy, después de casi cuatro años de vivir como emprendedor y nómade digital, miro hacia atrás y me siento feliz por ver cómo me convocan los problemas. Cómo forjar un espíritu emprendedor me hizo capaz de enamorarme de las dificultades, entender mi propósito, aprender a priorizar con una visión más completa, y vivir con el protagonismo y la proactividad de hacerme responsable de la descarga, solucionándola para mi y para otros.